La conservación in situ es una práctica clave en la preservación de los sitios arqueológicos. Consiste en proteger los bienes culturales en su ubicación original, con intervenciones mínimas para evitar su deterioro. Esto es especialmente relevante en sitios que son vulnerables al turismo masivo o a la urbanización. La conservación no solo se limita al cuidado físico de los restos materiales, sino que también involucra el mantenimiento de la integridad del entorno cultural y natural, asegurando que las generaciones futuras puedan seguir estudiando estos lugares en su contexto original.
La gestión del patrimonio cultural implica la planificación y ejecución de estrategias para proteger, conservar y poner en valor los sitios y elementos patrimoniales. La supervisión de áreas patrimoniales y el mantenimiento de vallas para sitios históricos son tareas esenciales para evitar el vandalismo y el deterioro de los monumentos. Los sistemas de vigilancia patrimonial, como las cámaras de seguridad o los patrullajes regulares, ayudan a garantizar que los sitios estén protegidos de amenazas externas. La adecuada gestión también incluye la evaluación continua de la condición de estos bienes, asegurando que los recursos sean utilizados de manera sostenible y se minimicen los impactos negativos de las actividades humanas.